estética evangélica: entre el neopentecostalismo y el neoliberalismo en Brasil



leo gimenes + aminta zea

17/02/2023

traduzido por leo gimenes

La explosiva expansión de la comunidad evangélica en Brasil es consecuencia de que estadísticamente es el grupo religioso de mayor crecimiento en todo el país. Su visibilidad actual en la política se debe en parte a la Bancada Evangélica (Frente Evangélico Parlamentario) y a empresarios locales que apoyan una agenda conservadora de derecha. Recorriendo São Paulo, podemos observar cómo los lugares de práctica religiosa y las empresas corporativas comparten una marcada identidad visual. Concentradas en barrios de clase media alta, las puertas de entrada de algunas iglesias evangélicas y establecimientos neoliberales corporativos no son meras coincidencias, sino que iluminan una estrecha relación ideológica y estética que apuntala el individualismo y el trabajo como medios de identidad y valor. Entre el neoliberalismo y el neopentecostalismo encontramos tendencias sociopolíticas que, en última instancia, suponen un problema para los movimientos sociales de izquierda en Brasil.

Si echamos un vistazo a las estadísticas actuales referentes a las comunidades religiosas nacionales, los católicos siguen siendo dominantes, con un 50%. Sin embargo, la comunidad "crente", como solemos llamarla en portugués, es ya la segunda en número absoluto (31%). Las iglesias evangélicas en Brasil son una de las inversiones más perspicaces y lucrativas, ya que se benefician de increíbles exenciones fiscales por ser una institución religiosa reconocida a nivel nacional. Mediante la Ley nº 3.193, los pastores pueden llevar una doble vida como empresarios, supervisando una enorme extensión de templos por todo el país.

Antes de comenzar a explorar los componentes visuales de las instituciones evangélicas brasileñas y sus eminentes reverberaciones políticas, es importante explicar algunos conceptos.

neoliberalismo en el contexto brasileño: la catástrofe económica bajo fernando collor

president ronald Reagan and British prime minister margaret tatcher speak to reporters at the white house in washington, 1982. credit: ap/fileA grandes rasgos, nuestra percepción del neoliberalismo implica principalmente la explotación del trabajo en el Sur Global por el Norte Global dentro de una dinámica "poscolonial" e imperialista, reforzada y severamente dinamizada por la tecnología. Incorpora el racismo medioambiental junto a las viejas políticas de la Doctrina Monroe, como la financiación de intervenciones electorales, los golpes de estado y el patrocinio de gobiernos tiránicos pagados con billetes de Benjamins.

Otro componente clave es la individualización de la vida de los trabajadores y la implantación de una cultura que ve al trabajador individual como empresario, junto con la criminalización y represión de la vida pública. Organizaciones como los sindicatos, los movimientos sociales y otras formas de resistencia provocadas por el descontento civil son severamente castigadas por un Estado burgués.

Y luego, por supuesto, está la cuestión de la intervención del Estado. No lo has leído mal, pero no se trata de la implantación de un Estado del bienestar o de un modo de vida socialista. El Estado actúa facilitando nuevas y más agresivas formas de acumulación de capital, construyendo un nuevo capítulo en la historia del capitalismo.

¿Y cómo no hablar también de la uberización del trabajo? La reciente externalización masiva acompañada de la negación y supresión de los derechos de los trabajadores garantiza un aumento de los márgenes de beneficio y la extracción de plusvalía por parte de una clase dominante decadente. Vemos que esto sucede en tiempo real en Brasil, considerando el reciente desmantelamiento progresivo de la CLT (Consolidación de las Leyes Laborales), un importante conjunto de leyes creadas en 1943 durante el gobierno de Getúlio Vargas, que creaban protecciones legales contra numerosos abusos laborales y encarnaron estos derechos dentro de la legislación federal.   

Sin embargo, esta definición bastante abstracta, amplia y quizás algo genérica, necesita un seguimiento histórico más específico. El economista marxista brasileño Alfredo Saad-Filho nos ayuda en esta tarea, en su artículo "Neoliberalismo: un análisis marxista".  La dificultad metodológica de definir el neoliberalismo dentro del marxismo contemporáneo se debe en parte a la forma en que camina sobre una delgada línea; es abstracto y universal, lo que lo hace aplicable no sólo a diferentes entornos políticos y económicos, sino también a la vida, la cultura y la realidad cotidiana de las personas. Sin embargo, también es increíblemente material y específico en la forma en que existe fundamentalmente dentro de instituciones establecidas como gobiernos o corporaciones.

La popularización del término "neoliberalismo" se remonta a finales de los años 30 en el seno de la Escuela de Chicago; autores como Milton Friedman y otros defensores del capitalismo del laissez-faire hicieron una contraposición al New Deal, plan de reestructuración económica llevado a cabo por el entonces Presidente de EE.UU. Franklin Roosevelt durante la Gran Depresión de 1929.  La principal crítica de los autores neoliberales se refería a la intervención del Estado en los asuntos privados, en particular en la regulación del mercado que interfería en la libertad de ser del capitalismo. Saad-Filho explica además que los neoliberales pensaban que los individuos que intercambiaban mercancías, servicios o información en mercados abiertos podían asignar estos recursos mejor que los procesos democráticos o la orientación estatal.

Esta crítica académica inspiró un conjunto de políticas, prácticas e instituciones inspiradas y/o validadas por intelectuales neoliberales. Como política de Estado consolidada fuera de los espacios académicos, podemos datar el neoliberalismo a partir de la década de 1970, con las privatizaciones pioneras en América Latina del sanguinario dictador Augusto Pinochet en Chile, seguidas por gobiernos como el de la Primera Ministra Margaret Thatcher en Inglaterra entre 1979 y 1990 y Ronald Reagan en EE.UU. entre 1981 y 1989. Este período consistió esencialmente en una ofensiva material de clase dirigida por el Estado contra la clase trabajadora en nombre de la clase dominante, o del mercado financiero en particular.

president fernando collor speaks to government ministers and leaders during a meeting at the palácio do planalto, brasília, brazil, c.1990. credit: sergio lima (agência brasil)

En Brasil, el neoliberalismo se consolidó tardíamente en gran parte debido a la dictadura militar apoyada por EEUU que duró hasta 1985. El gobierno de Fernando Collor de Mello en la década de 1990 creó las condiciones recreativas para que se produjera el neoliberalismo. El gobierno de Collor es ampliamente calificado como un completo desastre, una catástrofe realmente controvertida. Supuso la decisión de privatizar empresas estatales altamente estratégicas, como la Companhia Vale do Rio Doce, que era y sigue siendo la principal empresa minera nacional; y la Companhia Siderúrgica Nacional, una empresa fundamental. También decidió confiscar los ahorros de millones de brasileños durante año y medio en un intento de reducir la circulación de moneda, lo que provocó inestabilidad social, depresión masiva y ansiedad económica generalizada. Sus acciones provocaron su dimisión a mitad de mandato por acusaciones de corrupción que culminaron en un proceso de impeachment y destitución.

La perspectiva final introducida por Saad-Filho es el neoliberalismo como estructura material de reproducción económica, social y política, lo que implica que opera como zeitgeist del capitalismo. En este sentido, el neoliberalismo implica la fusión de una fuerte cultura empresarial y la corporativización de la vida, debido a la individualización de la clase trabajadora, así como la percepción social del trabajador como "empresario". Esta perspectiva final nos será útil para comprender cómo la cultura corporativa durante nuestra era neoliberal aparece en otros ámbitos de la vida social, como la religión y la estética.

pentecostalismo en su fase corporativa


El neopentecostalismo, también conocido como Tercera Ola Pentecostal, está formado por movimientos cristianos y protestantes que surgieron en torno a la década de 1970. Y por si te estás preguntando: no es coincidencia que comience al mismo tiempo de la implantación del neoliberalismo político en todo el mundo. En Brasil, el neopentecostalismo encuentra sus representantes más influyentes en la Igreja Universal do Reino de Deus (fundada en 1977 en Río de Janeiro), la Igreja Internacional da Graça de Deus (fundada en 1980 en Río de Janeiro) y la Igreja Mundial do Poder de Deus (fundada en 1998 en São Paulo), entre otras. La Asamblea Mundial de Dios también merece aquí una mención honorífica.  Tener una rama de la World Assemblies of God Fellowship con sede en Arkansas (fundada en 1914) es otra forma de intervención imperialista a través del dogma religioso, exportado a una región que no podría estar más lejos. La FMAG es la mayor asociación neopentecostal del mundo, y sin duda pretende establecer relaciones neocoloniales en territorios extranjeros.

Debido a sus raíces protestantes, la moral que rodea a la ideología neopentecostal resona de ideas liberales muy capitalistas. La Teología de la Prosperidad es la doctrina formal que subyace a esta íntima relación, que ya ha sido ampliamente analizada por el economista alemán y fundador de la sociología Max Weber en "La ética protestante y el espíritu del capitalismo". Sostiene que este espíritu es el resultado de una individualidad histórica en la que todos los sistemas de relaciones y conexiones sociales corresponden a una totalidad cultural. El espíritu del capitalismo es todo lo que lo rodea y no sólo su realidad material en las instituciones políticas y económicas y en los dirigentes; también forma parte de la cultura, y la religión es un gran ejemplo de ello. Por lo tanto, puede experimentar aglutinaciones, inclusiones, alteraciones y todo tipo de adaptaciones.

En algún momento, la doctrina ética del capitalismo se engrano en el cristianismo, lo que dio lugar a que el protestantismo sostuviera como valor fundamental el deber del hombre de tener éxito financiero y acumular riqueza como un medio en sí mismo, considerándose vergonzoso no hacerlo. Esto dio lugar a que el espíritu del capitalismo fuera una coacción éticamente coronada para generar propiedad privada por parte de la iglesia.

Con esta lógica, el trabajo se entiende como el máximo esfuerzo para obtener riqueza. La riqueza es vista como un deber sagrado del hombre para consigo mismo y su familia. El protestantismo, así como otras doctrinas religiosas afines, opera en un territorio ideológico muy diferente al de otros tipos de cristianismo, por no decir más. Esto no quiere decir que otras doctrinas cristianas no sean también capitalistas, pero definitivamente de una forma menos directa, rigurosa e imponente.

estética, neoliberalismo y neopentecostalismo

Como la imagen es importante para apoyar nuestro argumento aquí, veamos un ejemplo. La identidad visual de la Iglesia Nueva Semilla, situada en la ciudad de São Paulo, es muy peculiar: la elección de un tipo de letra moderno pero con serifas para la señalización externa se asemeja a la estética de los espacios de coworking o incluso de las oficinas corporativas farmacéuticas. En otras iglesias, incluso se pueden encontrar términos en inglés. El logotipo contiene un libro abierto del que emerge un aura que recuerda a logotipos corporativos minimalistas de multinacionales como Monsanto, Novartis y otras.
En la puerta principal hay un cartel que reza: "¡Han rezado! Miércoles de oración: una pausa a mitad de semana para tener una experiencia real con Dios a través de la oración. Todos los miércoles a las 19.30 horas". Esto no sólo refuerza nuestro argumento de que la estética evangélica está vinculada al neoliberalismo en el diseño, sino también en la semántica: una cual afirma que se puede hacer una pausa en el trabajo a mitad de semana si es para rezar. No por casualidad, esta iglesia está rodeada de edificios comerciales en el barrio de Paraíso, y de la avenida más importante de la ciudad: la Avenida Paulista. Otro cartel también dice: "¿Quieres ser voluntario de Nueva Semilla? ¡Inscríbete aquí!", mientras señala un código QR. Sus elementos de diseño se asemejan a los de una red social, por lo que su aspecto es casi idéntico al de una historia de Instagram o una publicación de Facebook.


La entrada tiene un diseño sutil, minimalista e impersonal, similar a la recepción de un edificio corporativo, con luces blancas muy brillantes y azulejos blancos limpios. El espacio interior donde se reza y se habla de la Biblia parece una sala de conferencias, por la moqueta gris oscura y poco llamativa, las sillas redondeadas de colores pastel sin alma y, para rematar, un proyector miserable colgado del techo. Estos elementos están relacionados con la estética corporativa, aunque la presencia de suaves luces amarillas en las salas más cerradas crea un ambiente más íntimo. También hay una ausencia de iconografía relacionada con el cristianismo, como crucifijos o representaciones de Jesús.

La arquitectura neoliberal puede definirse desde muchas perspectivas, pero la mayoría de ellas no implican ninguna intención creativa y establecen una clara distancia con la cultura local. Sus tintes higienistas y elitistas reflejan una fuerte postura contra la gente de la calle,
con edificios alienantes que se distancian de la clase trabajadora. Con una finalidad comercial, su diseño último es complacer los gustos de los ricos. No es de extrañar que la mayoría de las iglesias aquí mostradas están situadas en zonas favorecidas de la ciudad. La arquitectura y el diseño interior de este y otros lugares aquí mostrados recuerdan a salas de reuniones corporativas, tiendas y espacios de trabajo reformados, amalgamando la imagen mental de un lugar sagrado de conexión espiritual con la de una institución capitalista.



Sin embargo, es importante reconocer dos cosas: no podemos generalizar que todos los evangélicos son fascistas conservadores radicales, lo que sin duda no es cierto, sobre todo teniendo en cuenta que estamos hablando aquí de iglesias ricas para gente rica, que no son la mayoría de la comunidad. En segundo lugar, las decisiones estéticas que se toman en los espacios eclesiásticos no son meras deliberaciones verticales impuestas por el pastor o la congregación, sino decisiones que llegan a través del colectivo; a través de la comunidad. Ignorar la agencia de los fieles no sólo sería intelectualmente discordante, sino también deshonesto y antimarxista, ya que las obras y proyectos de los templos a menudo son realizados por las propias personas que asisten a estos espacios. ¿Qué nos dice esto? Que tal vez lo que Max Weber describió como la ética protestante ha alcanzado un nuevo nivel, en el sentido de que la resonancia entre protestantismo y capitalismo se ha reinventado y resignificado dentro de la cultura - la arquitectura, el diseño y el arte en general- adaptándose según las necesidades de mantener una ideología a través de otra.

El hecho de que las iglesias evangélicas se hayan convertido en un gran negocio en Brasil se refleja no sólo en la fuerte presencia de políticos evangélicos en el Congreso, sino también en opciones estéticas que han transformado espacios de comunión espiritual y reunión fraternal, normalmente frecuentados por personas de clase media baja, en franquicias corporativas. Y esto no es sólo porque las masas tengan sus humildes mentes manipuladas por malos pastores, sino principalmente porque la izquierda no ha sabido estar en estos espacios construyendo, junto al pueblo, una alternativa. Una alternativa que no tolere las ideas neoliberales como dadas, buenas o incluso, sagradas. Hay poder en conectar con ellos para intentar a construir espacios que sean más tolerantes, menos conservadores y también más comprometidos políticamente con los intereses de los trabajadores, en lugar de dejar que los pastores hagan tragar a la gente las prioridades de las élites como la acumulación de capital y la expansión de la propiedad privada, la extracción de plusvalía y la cultura corporativa. Este sería un primer paso hacia el cambio de la estética evangélica para que pueda convertirse en algo conectado con los intereses y necesidades de la clase trabajadora.





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