as possibilidades de uma maré vermelha: orígenes de la lucha e implicaciones contemporáneas de la izquierda brasileña


aminta zea
30/10/2022
traducción por estefany londoño

La mirada internacional está puesta en Brasil a medida que el país se acerca rápidamente a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, tras una votación casi mayoritaria el 2 de octubre. Precedido por un gobierno neofascista de Bolsonaro — culpable de un protocolo genocida COVID-19, de la abominable destrucción de la Amazonia, de la despiadada ejecución de defensores de los derechos humanos y medioambientales, y de la creciente desigualdad económica resultante de una profunda lealtad a la codicia corporativa por encima de la soberanía y la autodeterminación – el panorama político brasileño no solo es tenso, sino que tiene consecuencias radicales. 

Para el candidato del Partido de los Trabajadores y ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, sus resultados del 2 de octubre, con una mayoría del 48%, estaban justo por debajo del umbral necesario para ganarlo todo en la primera vuelta. Sin embargo, queda mucho por decir sobre su popularidad, su legado y su enérgica capacidad para transformar no sólo Brasil, sino también las relaciones geopolíticas a nivel mundial.  En un esfuerzo por disminuir la preparación de Lula, una consecuencia derivada de sus impresionantes orígenes como organizador sindical y actor político, y la estrategia magnitudinal del PT, los medios corporativos dominantes enmarcaron deshonestamente la primera ronda de las elecciones como una pérdida perjudicial para la izquierda brasileña. En esencia, esto oscurece la clara sanguinidad y la persistente dedicación dentro de los movimientos sociales de la nación. La gama de titulares unidimensionales y teatrales oscurece la lucha global y multitudinaria encarnada en las masas; este artículo se interpola como una guía histórica del desarrollo de la izquierda brasileña, las transformadoras elecciones del 30 de octubre y sus posteriores ramificaciones.

Ilustra la condición de posibilidad para el surgimiento y consolidación de proyectos políticos de y para la mayoría de la población. En el marco de un fenómeno en curso liderado por una distinguida formación política e ideológica que ha sufrido diversos cambios a lo largo de las últimas décadas, estos procesos políticos no sólo impactan en América Latina y el Caribe, sino en todo el mundo.   

Delineando cómo a lo largo del último siglo, Brasil, y nuestra América, han experimentado tres grandes ciclos de resistencia popular por parte de la izquierda, el sociólogo y politólogo brasileño Emir Sader demuestra cómo el surgimiento del Partido de los Trabajadores y la amplitud de sus relaciones coalicionales se contextualizan en el actual tercer ciclo de movilización de la izquierda latinoamericana. Manifestados concretamente a través de las prácticas institucionales y los movimientos sociales como modos de oposición al capitalismo hegemónico global, los cambios en todo el campo político brasileño no están en absoluto aislados de los países vecinos; Lula, tanto para la nación como para el hemisferio, representa la oportunidad de las alternativas socioeconómicas.

Para combatir las agendas del capital extranjero y de los intereses estadounidenses, el trabajo conjunto y la integración se facilitarían radicalmente con una presidencia de Lula. La articulación entre los gobiernos populares y los movimientos sociales también es fundamental, y lo observamos en varios países hermanos, como en Colombia, con el triunfo pionero del Pacto Histórico, que dio lugar al primer gobierno de izquierda del país, y en Bolivia, cuyos movimientos sociales están estrechamente vinculados al gobierno de Luis Arce y han demostrado un poder popular resistente que ha superado intentos de golpe y amenazas a la democracia.

potencialidades para la reconstrucción geopolítica


Como antiimperialistas e internacionalistas, no nos sorprende escuchar que Brasil, en muchos sentidos, encuentra entre sus palmas el futuro de nuestro planeta. Como tercer país más grande de las Américas, puede desempeñar un papel de liderazgo fundamental; bajo Lula, puede guiar la nueva ola de gobiernos de izquierda en todo el hemisferio y trabajar potencialmente junto a los países miembros del BRICS, como China y Rusia, creando así una feroz oposición a los intereses del gobierno estadounidense que se aferra desesperadamente a la unipolaridad y la hegemonía. Mientras Estados Unidos sigue clamando en su actual Guerra Fría contra China, y su descarada financiación de un gobierno y una milicia de derecha y adyacente al nazismo en Ucrania, sus intereses imperialistas se verán confrontados por la potencialidad de un bloque latinoamericano de izquierda que pueda reificar los cantos por la autodeterminación popular y la liberación de los intereses extranjeros y occidentales.

Operando bajo las complejidades de un fenómeno global que reporta el debilitamiento de la izquierda y el fortalecimiento de la derecha, un triunfo de Lula corresponde a nuevos imaginarios políticos, como la creación de una nueva moneda regional (sur), que, como ilustró en una reciente entrevista la ex presidenta Dilma Rousseff, podría facilitar el comercio transfronterizo y la tenencia de reservas. Esto, junto a un liderazgo crítico y multipolar en los BRICS, da cabida a realidades económicas que ya no se ven obligadas a plegarse a las órdenes imperialistas.

América Latina, marcada por su ola de rebeliones contra la violenta reestructuración económica experimentada desde los años 80, tiene el mayor potencial para impugnar la experimentación neoliberal con uno de sus países más ricos y grandes bajo un gobierno de izquierda. Ofrece la oportunidad de rechazar las políticas del consenso de Washington, mejor definidas por el desarrollo coaccionado y dirigido por el capital extranjero. Para luchar contra la privatización de diversas industrias y recursos naturales, la liberalización de las importaciones, los altos tipos de interés, la austeridad fiscal y las monedas vinculadas, es fundamental la articulación entre los gobiernos populares y los movimientos sociales. Sin este vínculo crítico, los gobiernos siguen siendo débiles ante la presión de las clases dominantes, lo que los hace incapaces de satisfacer las demandas de los más empobrecidos y necesitados. Junto a esta realidad concreta, está también la necesidad de una base política sólida; sin unos cimientos fuertes, los gobiernos populares son vulnerables a la desestabilización a través de la guerra de leyes y los intentos de golpe de estado. Lo que identifica una presidencia de Lula como necesaria y monumental es que va acompañada de un partido político que encierra una amplia experiencia y capacidad, lo que no es de extrañar cuando se señala al PT como el mayor partido de izquierda del mundo capitalista.


Fundamentalmente, Brasil y América Latina no tienen alternativas socioeconómicas sin colaboración y coalescencia crítica, algo que Bolsonaro seguramente no ha priorizado. Con las recientes reuniones con la hija del fallido golpista boliviano Jeanine Ańez, la derecha latinoamericana sigue aliándose con la supremacía blanca, la misoginia y la guerra de clases; se empodera a través del control de los medios de comunicación dominantes y de las empresas corporativas que no tienen ningún interés en el bienestar de nuestros pueblos y tierras colectivas. Sin embargo, desde el Sur hasta el Norte, persisten los proyectos de emancipación política y autodeterminación. La derecha puede atacar a Lula por mantener relaciones diplomáticas con países socialistas como Nicaragua, Venezuela y Cuba, como se ha ilustrado en anteriores debates presidenciales, sin embargo, se están construyendo nuevos mundos en medio de la agresión y las políticas intervencionistas de Estados Unidos; las sanciones y los bloqueos no han sido lo suficientemente fuertes como para tumbar los esfuerzos revolucionarios de la troika de la resistencia, y la intimidación mediática junto con las tácticas políticas sucias no serán suficientes para disminuir la potencialidad del regreso de Lula.

En todo el hemisferio, observamos cambios masivos que hablan de las incapacidades del capitalismo; qué significa Lula para el Caribe, por ejemplo, ya que Haití sufre brutales políticas intervencionistas, una consecuencia como primer país latinoamericano que logró su liberación a través de una rebelión de esclavos. Brasil puede tener ahora la capacidad de reconciliarse por su intervencionismo militar en la nación caribeña, abriendo las puertas que rechazan el cepo de Estados Unidos a la autodeterminación negra en la región. Además, podemos empezar a preguntarnos cómo se retroalimenta en la sociedad brasileña contemporánea la relación de Lula con Cuba, que en septiembre aprobó un nuevo código de familia que reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo, mayores derechos y protecciones para los ancianos y medidas contra la violencia de género. ¿Qué papel desempeñará Brasil bajo un gobierno de izquierdas en términos de lucha contra la guerra económica y de construcción de la solidaridad internacional?

¿Y qué decir de Centroamérica, tan olvidada y sin embargo conexión fundamental entre el Sur y el Norte? Panamá, con sus días marcados por las históricas huelgas contra las políticas antiobreras impulsadas por el presidente Laurentino Cortizo. Guatemala, que, al igual que Brasil, cuenta con una importante comunidad indígena y nativa, permanece en permanente movilización contra los abusos del presidente Alejandro Giammatte. Que nuevos lazos pueden ser fortificados por pueblos distintos, los cuales a la misma vez comparten tanta historia y lucha. Nicaragua, un país que precisa de solidaridad, que ha construido una soberanía alimentaria radical y que comparte unos lazos tan profundos con el Movimiento Sem Terra de Brasil.

La realidad es que bajo un gobierno más progresista, el potencial de unificación de América Latina y el Caribe se acrecienta; las posibilidades de lucha y combate son infinitas en medio de un fenómeno internacional que devalúa la vida y la soberanía.

Seguramente, el gobierno de Lula no será tan radical per se como el de Cuba, sin embargo, los éxitos y los orígenes de su trayectoria política, acompañados de las luchas planteadas desde organizaciones como la CUT, el MST y otras formaciones de izquierda, combatirán el hambre, la pobreza y la alienación que se ha presentado dramáticamente bajo la violenta y neoliberal administración de Jair Bolsonaro.

sobre la memória histórica y el legado; formación de la política de izquierda contemporánea en brasil


cada um procura melhorar...
e o Partido ajuda...
ninguém nasce feito, nem nasce bom nem ruim...
o Partido ajuda, faz a gente, de forma indireta.

Jorge Amado


Las fuerzas de izquierda de Brasil son particulares porque su desarrollo fue tenue en comparación con los países vecinos; cuando se produjo el golpe militar de 1964, respaldado por Estados Unidos, la fragilidad de la izquierda permitió al régimen experimentar una rígida expansión económica entre 1967 y 1973. Al adoptar un modelo económico basado en las exportaciones y en el sector de los bienes de lujo, se produjo un desplazamiento de la mano de obra, y las aglomeraciones industriales se extendieron por todo São Paulo. También se observaron enormes inversiones industriales en Río de Janeiro, con la implantación de centrales nucleares en Angra dos Reis y la construcción del puente Río-Niterói; estas operaciones se extendieron también a Amazonas, con la construcción de la Transamazónica, una gigantesca carretera que conecta todo el país de este a oeste, y la creación de un complejo industrial situado en el corazón de la región forestal amazónica brasileña.

Inherente a las crisis cíclicas del capitalismo y del imperialismo, la explotación de la mano de obra y de los recursos naturales en Brasil se justificó a través de la salida del capital, que no surgió como inversión sino en forma de tasas de interés fluctuantes. Frágil e inestable, reflejando el capitalismo en su totalidad, el auge de las tasas de interés en 1979, junto con la fuerte industrialización de la nación, trajo un cambio en la "composición de la fuerza de trabajo", desplegando una nueva izquierda y el nacimiento del PT.

El vigoroso surgimiento del partido en 1980 está representado por tres grupos clave: los campesinos, las organizaciones de base de la Iglesia católica y los jóvenes dirigentes sindicales de las fábricas de automóviles situadas en la zona ABC de la periferia de São Paulo. El alcance, y posterior poder, de la base del PT se refleja además en la participación de sindicalistas de los sectores petrolero y bancario, antiguos militantes e intelectuales radicalizados. Una cohorte heterogénea, su formación política se expandió a través de las relaciones estratégicas mantenidas con grupos como la CUT (Central Única de los Trabajadores) y el MST (Movimiento Sin Tierra). El impulso del sindicalismo de base, aunque ilegal bajo la dictadura, dio lugar a una nueva generación de líderes emergentes, entre ellos el nordista y ex tornero Lula, que llevó a cabo una serie de huelgas que rompieron la política salarial del régimen.

Una década más tarde, marcada por la caída de la dictadura militar en 1985, la unificación de los campesinos, los teólogos católicos de la liberación y los sindicatos formados en los sectores manufacturero, petrolero y bancario sentaron las bases para la creciente influencia del PT. Aunque no consiguió la victoria en las elecciones presidenciales de 1989, Brasil, y el hemisferio en general, comenzaron a experimentar una ola de rebeliones impulsadas por la reestructuración económica neoliberal que caracterizó la década de 1980. Para el PT, la democratización de Brasil trajo consigo una serie de nuevos retos: la caída de la dictadura concluyó un modelo específico de acumulación de capital, sustituido por una democracia liberal que se hizo eco de las políticas de consenso de Washington y que no trajo consigo reformas sociales ni económicas. Al oponerse al modelo conservador de la transición, pero sin reclamar una comprensión alternativa de la democracia, no fue hasta 1989 que el partido pudo presentarse como una alternativa palpable para el gobierno nacional. En ese momento, el escenario internacional vivió la consolidación de la hegemonía neoliberal, representando para Brasil una oleada de privatizaciones, fusiones y adquisiciones de empresas brasileñas por parte de multinacionales extranjeras. Junto con el desplazamiento del capital nacional, la desindustrialización y la vinculación de la moneda al dólar, la base de la clase trabajadora del PT se vio gravemente afectada por el aumento del desempleo y el debilitamiento del sindicalismo. No obstante, Lula y el PT siguieron enriqueciendo su creciente presencia en las instituciones políticas, preparando el terreno para su exitosa elección en 2002.

construir el poder de la organización


La forma en que el partido fue capaz de acumular un poder institucional sin parangón en el cambio de siglo es una lección sobre la importancia de la organización del partido. Para que Lula ganara en 2002, el PT cambió su enfoque hacia el Nordeste. La dirección nacional amplió deliberadamente la infraestructura local del partido para llevar a cabo una mayor presencia en la zona, lo que supuso el rechazo del tradicional clientelismo que dominaba la zona. Los preparativos se vieron facilitados por el aumento de las finanzas del partido, lo que permitió reforzar la etiqueta del partido y la infraestructura de la campaña nacional. La movilización electoral sobre el terreno se materializó a través de dos medios: los activistas del partido, que se dedicaron a organizar mítines, distribuir información escrita puerta a puerta y transportar a la gente a las casillas electorales, y las oficinas del partido, que gestionaron el apoyo financiero, material y logístico. 

Para el Norte y el Nordeste, estos preparativos fueron pioneros, ya que transformaron las inclinaciones ideológicas de forma tan drástica que ahora estas regiones son bastiones del PT. El crecimiento y la sostenibilidad del PT no se deben únicamente al aumento del apoyo electoral, sino también a su fuerza organizativa a largo plazo, que fue capaz de superar tres campañas presidenciales infructuosas (1989, 1994, 1998). Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que la fuerza organizativa junto con el apoyo electoral facilita la supervivencia de los partidos contemporáneos a largo plazo. Al centrarse en las regiones más pobres de la nación, el alcance político del PT condujo a enormes ganancias electorales que beneficiaron a una región tradicionalmente marginada e ignorada a nivel nacional.

Durante la primera presidencia de Lula, por ejemplo, asistimos a la creación de Bolsa Família, un programa de transferencias monetarias condicionadas de "alcance sin precedentes en la historia de Brasil" que se centraba principalmente en los hogares encabezados por madres solteras. Además, el programa proporcionaba 60 dólares o menos a las familias pobres y los niños de las familias receptoras debían asistir a la escuela pública y recibir vacunas/exámenes de salud periódicos. En 2006, el programa llegó a 11 millones de familias pobres (40 millones de ciudadanos). En el noreste, donde vive la cuarta parte de la población nacional, las familias recibieron la mitad de los desembolsos de Bolsa Familia. Los impactos incluyeron, pero no se limitaron, a la estimulación de las economías locales relacionadas con la familia y la comunidad mediante el aumento del gasto de los consumidores y una percepción de Lula que no sólo fue positiva, sino que sigue teniendo consecuencias importantes en las próximas elecciones presidenciales.

La construcción del poder organizativo ha demostrado ser una estrategia fortificada que se ha mantenido como un modo legítimo de asegurar la legitimidad y proporcionar ganancias reales a los marginados y a la clase trabajadora en Brasil. La atención y el trabajo promulgado en el Nordeste, por ejemplo, es significativo porque también es una de las regiones más negras del país; entendiendo que el capitalismo racializado aliena y explota a los negros, seguramente, las políticas económicas neoliberales de las administraciones anteriores, así como el gobierno de Bolsonaro, han traído realidades dolorosas a la superficie. Es esencial señalar que esta región fue el centro de la producción agrícola durante el período de la esclavitud en Brasil, acentuando así el legado de opresión y explotación en la región. Sólo con un gobierno de Lula el poder popular tendrá la capacidad de transformar las condiciones materiales de los sectores vulnerables del país.

El 2002 fue un año crucial para el PT, ya que no sólo fue capaz de ampliar drásticamente su alcance en el Norte y el Nordeste, sino que además pudo trabajar junto a organizaciones críticas como el MST, creando así una política medioambiental que desafiaba el protocolo económico extractivo generalizado que pone en peligro la soberanía de la tierra, los alimentos y el agua. Parte de la actual campaña de Lula está marcada por su compromiso de combatir la deforestación y constituir una agenda socioambiental. Esto no es una sorpresa: su primer gabinete, en 2003, incorporó a la activista de la selva amazónica Marina Silva como ministra de Medio Ambiente, cuyas políticas, hasta 2012, redujeron la pérdida de bosques en un 84% (Jeantet et Maisonnave, 2022).

La unificación de los movimientos populares y la gobernanza progresista del PT no sólo significaron transformaciones positivas en torno al estímulo económico para los pueblos empobrecidos y el medio ambiente, sino que su legado también está marcado por una mayor accesibilidad y equidad a la educación. Esto no sólo se facilitó con la creación de Bolsa Familia, sino también con la ampliación e interiorización de las universidades federales entre 2003 y 2014.

Examinar completamente el crecimiento no sólo de Lula como líder mundial, sino también el trabajo promulgado por el PT y las organizaciones de izquierda requeriría un artículo separado, sin embargo, estos breves estudios de caso ilustran el impacto de la administración anterior de Lula y las nuevas alternativas contra las políticas perjudiciales de Bolsonaro que han retrocedido el país.

consecuencias, contradicciones y desafíos


¡Qué espanto causa el rostro del facismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroí­smo.
¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete dí­as de asombro y trabajo?

Victor Jara

La ambigüedad de las elecciones plantea consecuencias nefastas para los próximos cuatro años. Sin embargo, después de haber estado sobre el terreno durante el último mes, viajando desde y hacia São Paulo y Río, el panorama político de Brasil es incierto y, a la vez, optimista en cuanto a que Lula puede ganarlo todo. La fuerza de la izquierda brasileña está marcada por el apoyo de la coalición que actualmente respalda a Lula; con 7 partidos, tiene la candidatura más amplia desde 1989. Sin embargo, el panorama de los medios de comunicación, que funcionan como de costumbre, ha dificultado a la izquierda la distribución de información objetiva, que es fundamental para empujar el voto hacia el PT. No cabe duda de que durante las elecciones de 2018, Bolsonaro se benefició significativamente de la desinformación difundida por WhatsApp y otras plataformas de medios sociales. Muchos de sus partidarios, por ejemplo, se aferran a la noción de que Lula es un "criminal" debido a los 580 días que pasó en prisión por falsos cargos de corrupción que no sólo fueron desestimados, sino que se dictaminó que el ex juez y ex miembro del gobierno de Bolsonaro, Sergio Moro, tenía claras intenciones políticas en relación con las condenas. Sin embargo, la narrativa de la derecha que lo rodea, junto con los silbidos racistas contra las comunidades marginadas que son más propensas a apoyar a Lula, han jugado un papel importante en medio de un paisaje mediático que promueve el melodrama y el falso encuadre.

Bolsonaro ha seguido utilizando la manipulación de los medios de comunicación para hacer repetidas afirmaciones sin fundamento de que el sistema de votación electrónica de Brasil, respetado internacionalmente, es vulnerable al fraude. Estas afirmaciones han sido difundidas por aliados de la derecha en Estados Unidos, como Steve Bannon. Junto a las estrategias de la derecha estadounidense, existe una fuerte inclinación a que siga el libro de jugadas establecido por su colaborador y héroe Donald Trump y declare, sin pruebas, que los resultados fueron fraudulentos. Aunque Estados Unidos tiene las manos atadas con sus conflictos en curso en China y Rusia y puede que no intervenga inmediatamente como lo ha hecho en ocasiones anteriores, si hay algo que el 2 de octubre puso de relieve es que el Congreso Nacional sigue siendo conservador, abriendo así la posibilidad de una guerra legal y un intento de golpe de Estado.

La movilización y la violencia de la derecha sigue siendo una consecuencia potencialmente envalentonada; el presidente de extrema derecha tiene una larga amistad con Roberto Jefferson, que recientemente lanzó granadas y disparó contra la policía federal. Bolsonaro mintió sobre haber tomado una sola foto con Jefferson, e incluso llegó a utilizar cuentas automatizadas de las redes sociales para tuitear la misma foto de hace décadas de Jefferson junto a Lula para tratar de borrar las conexiones entre los aliados de la derecha. Sin embargo, las familias Jefferson y Bolsonaro han mantenido una larga relación envuelta en corrupción, lavado de dinero y diversas violaciones laborales. Encarnado con la violencia, el ataque de Jefferson el domingo fue facilitado además a través de la laguna del CAC (Coleccionistas, Tiradores y Cazadores). Instituida por el gobierno de Bolsonaro, permite que cualquier civil adquiera equipos antes restringidos a la policía y las fuerzas armadas. Sigue siendo cierto que las tácticas explosivas y peligrosas de la derecha, no sólo se limitan a su uso de armas armadas, sino también a través de la retórica antidemocrática, los ataques a la información imparcial, y la campaña de miedo rojo, la derecha está haciendo todo lo posible para mantener el poder.

Para ilustrar aún más, el ex alcalde de São Paulo Fernando Haddad declaró en una entrevista reciente que aunque las encuestas demuestran que Lula está a la cabeza, Bolsonaro juega a la política sucia. Podemos llegar a la conclusión de que estas operaciones políticas deshonestas se acentúan debido a la accesibilidad de la derecha a los equipos estatales y a la financiación privada, que demostrará la solidaridad de clase a los que se han enriquecido groseramente con el trabajo y la tierra del pueblo.

Y ciertamente, lo que hay que hacer en torno a las consecuencias de la policía militar que domina la derecha en la nación: en Brasil podemos observar la militarización de la política frente a la politización de los militares. En la ciudad de Maceió, ubicada en el noreste, examinamos las formas en que la policía federal "actúa como la Gestapo", según el senador Renan Calheiros, quien denunció el intento de golpe respaldado por Bolsonaro contra Paulo Dantas, actual gobernador del estado de Alagoas, a principios de este mes.

Y también, no podemos olvidar la utilización por parte de Bolsonaro de lo que se ha argumentado como el "mayor esquema de corrupción del mundo". En un intento de comprar el congreso y las elecciones presidenciales de 2022, se ha utilizado un Presupuesto Secreto que ha resultado en la pérdida de recursos para áreas sensibles del estado brasileño, como la salud y la educación. Los recursos existentes para el sector público han sido transferidos para lo que son esencialmente sobornos para la base del Congreso de Bolsonaro. Con un Congreso que se niega a invocar una investigación en torno a las acusaciones de corrupción, el Presupuesto Secreto explica en parte por qué los votantes apoyaron a Lula pero dieron a Bolsonaro la mayor bancada en la Cámara de Diputados. Financiando a los diputados del "Centrão", que está formado por el Partido Liberal, el Partido Progresista y los Republicanos. En un plazo de 30 días, los políticos elegidos pueden realizar lo que se denomina "janela partidária", lo que les permite saltar de un partido político a otro - la consecuencia es que 99 diputados federales del Partido Liberal fueron elegidos para la legislatura el 2 de octubre.

Los desafíos que se plantean en el actual escenario político no son sólo de naturaleza doméstica, sino que también incorporan factores geopolíticos: Brasil, como el resto del hemisferio, sigue siendo vulnerable bajo las motivaciones de los intereses neoliberales e imperialistas que amenazan la democracia y la autodeterminación.

en política, no hay espacios vacíos:lo que se necesita para ganar


Calma, porque tenemso prisa
y el trecho es duro de andar,
Calma, pero además constancia
para llegar, para llegar, para llegar.
Calma. Calma y algo más.

Noel Nichola

Si el 2 de octubre puede iluminar el largo túnel que tenemos por delante, es que la fuerza de la izquierda brasileña ha pasado recientemente por un proceso de consolidación a través de la construcción de relaciones estratégicas de coalición. Junto a las encuestas que favorecen a Lula encontramos posibilidades de procesos que se orientan hacia la soberanía y el poder popular a través de organizaciones emergentes que centran la solidaridad y la democracia. No sólo de cara a la campaña, sino también históricamente, la izquierda brasileña mantiene la oportunidad de desarrollar prácticas que manifiestan el surgimiento y la consolidación de proyectos políticos de y para la mayoría de la población.

No hay espacios vacíos en la política, especialmente cuando pensamos en el hecho de que uno de los mayores errores del PT fue su fracaso en la atención y dedicación aguda a las comunidades evangélicas, que eran vulnerables a una operación de cooptación encabezada por Bolsonaro y otros derechistas de línea dura. Afortunadamente, Lula y la izquierda se dieron cuenta de ello y han tratado de reintegrar a esta importante parte de la población en su campaña. Los evangélicos no son en absoluto un monolito, y aunque la mayoría apoyó a Bolsonaro en las elecciones de 2018, la investigación realizada por el Instituto DataFolha demuestra que no todos los evangélicos del país están reuniendo su apoyo al candidato presidencial de extrema derecha. Al ser la comunidad religiosa de más rápido crecimiento, que compone el 31% de la población nacional, los principales organizadores y activistas locales han dado prioridad a proporcionar información precisa a los votantes evangélicos a medida que se acercan las elecciones.

La cooperación institucional y de base en América Latina construye vías para impugnar las dinámicas tanatológicas del actual modo de producción capitalista; en el caso de Brasil, el liderazgo de la izquierda no sólo se ejemplifica a través de Lula y el PT, sino también mediante la introducción de actores socialistas críticos como Guilherme Boulos, un dirigente del MTST (Movimento dos Trabalhadores Sem Teto) que en la primera vuelta de las elecciones obtuvo más de un millón de votos. El MTST ha desempeñado un papel fundamental en la formación de líderes fuertes, no sólo Boulos, sino también diputados recientemente elegidos, como Rosa Amorim, elegida para la legislatura de Pernambuco y primera diputada que ha crecido en un asentamiento del MTST. También está el impacto de la exitosa elección de Ediane Maria, guiada por la formación del MTST. María, como madre de tres hijos y mujer negra queer, representa una lucha constante para la gente de la clase trabajadora como ella; ella, al igual que la recientemente elegida vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, es también una ex trabajadora doméstica, y la primera trabajadora doméstica en ser elegida. El eje de la solidaridad mantenida a lo largo de las campañas no se detiene ahí, por ejemplo, candidatas como Sônia Guajajara, una mujer indígena cuya campaña resultó exitosa, y Erica Hilton, la primera mujer negra trans en ser elegida miembro de la legislatura, son también representativas de las formas en que las personas históricamente marginadas son capaces de obtener poder institucional en medio de, por supuesto, todas las contradicciones que conlleva la política electoral.


Ciertamente, la lucha no es fácil ni está clara, pero con el PT eligiendo 80 parlamentarios, y con un horizonte que, en la semana del cumpleaños de Lula, puede representar también una victoria de impacto global, hay varias vías que pueden dar un respiro no sólo a los brasileños, sino a la clase trabajadora a nivel internacional.







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